Todos nacemos perfectos, en ese mismo instante en el que nos dan vida y nuestro corazón empieza a latir, somos ni más ni menos, unos indicios de la perfección, aunque puedes conservarlo o no. Las risas perfectas no son ningún síntoma de unos labios rojos, ni de unos dientes perfectamente alineados y blancos, la risa se mide por la longitud de las comisuras, pues cuanto más larga, más feliz, mas preciosa, se mide en los ojos, pero no en el color, en la expresión de los ojos, en las palabras que quiere gritar al mundo, y en la perfección que se encuentra en el interior de las personas.
Una sonrisa torcida era la razón de hacerme sonreir.
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